jueves, 8 de abril de 2010

OPERACIÓN RESORTAZO

Tengo que reconocer que la facilidad de sensibilizarme por las causas éste semestre me ha llevado a una depresión que me ha impedido sentarme a escribir una nueva entrada para el blog, pero como no lo quiero cerrar, voy a reivindicar su nombre y los voy a poner a danzar en una galaxia de algodón con algo que escribí hace ya cierto tiempo, es la historia de una amiga que hoy publico sin permiso porque no lleva su nombre, pero espero ella sepa que lo hago con mucha ternura, entre otras porque últimamente me he encontrado con genocidios, desapariciones forzadas, torturas y esclavitud, y no voy a hacer una entrada gris.

I

-Vale, entonces nos vemos en el parque después del almuerzo- me dijo él,

-Bueno, hasta entonces- le contesté, sin ni siquiera poderlo mirar a los ojos, sonrojada y con una sonrisa que no sabía porqué se aparecía por mi cara cada vez que él se acercaba mi. Acto seguido, me dio un pico en la mejilla y los dos salimos a correr; mis amigas, que estaban vigilando la cita desde la ventana de la casa de Lauris, reían sin parar.

Todas las niñas se reían de mi por no saber como se despedían los novios, así que mis amigas decidieron darme una lección de cómo hacerlo, después de hacer reuniones e ingeniarse todo un plan que incluía desde mi forma de mirar, hasta el color de la tinta del esfero que debía usar para escribirle la carta -medio según ellas y los dibujos animados sería el más apropiado para comentarle ese tipo de cosas a mi novio- explicándole a Pablito como se despedían los novios. Recuerdo que fue a la salida del colegio, todas me rodearon y empezaron a susurrar frases que en mi cabeza resonaban y hacían imágenes confusas y desconocidas como: -uno tiene novio para darle picos, o –pero tu tienes que decirle a Pablito que si no te da un beso de resortazo no pueden seguir siendo novios, la pregunta consiguiente fue: ¿y cómo se da un pico de resortazo?, y mis amigas, expertas en teoría del tema, porque en realidad yo era la primera de mis amigas que tenía novia, procedieron a explicarme la técnica del beso de resortazo:

-Tienes que acercarte y cuando sientas que te toca los labios te alejas inmediatamente porque o sino se quedan pegados - dijo Lauris.

-Y además tiene que ser rápido porque los niños a veces comen gusanos… - dijo Rocío que tenía un hermano apenas menor que nosotras, y por eso era la experta en el extraño comportamiento que empezaban a tener los niños

- No eso no importa, tu sólo tienes que hacer como un resorte, apenas te tocan, tu rebotas- todas rieron pícaramente.

Con las clases de mis amigas y sus ansias por ver si su estudiante había aprendido, la siguiente cita que tuve con Pablito fue el doble de vigilada que la anterior, mis amigas rondaban por ahí y me repetían: acuérdate, de resortazo; se referían a un pico en los labios que no duraría mas de unos pocos segundos, pero claro, el acto preparatorio era todo un rito, yo debía acercarme a él, pero no mucho porque me habían advertido que era él quien debía darme el pico, él y no yo, además tenía que estirar mis labios, pero no mucho porque parecería un pato, además estaba el punto de cerrar los ojos y … aún no me explicaban como iba a encontrar su boca si tenía los ojos cerrados.

II

Esa tarde comí pasto porque la perrita de Laura lo hacía y si ella había tenido ya 6 perritos era porque así se hacía, me lavé muy bien los dientes, inclusive use enjuague bucal y guardé en mi bolsito la carta que me habían dictado mis amigas, era una carta escrita en tinta verde porque en la tele decía que así se enamoraban los niños, doblada en forma de corazón, con perfume de mi mamá porque tenía que oler a mujer y el mío olía a bebé, y para cerrar con broche de oro, con la huella que dejaron mis labios cuando usé el labial rojo que me llevó Susana al colegio para que la adornara y se viera más “sexy”.

Cuando lo vi, el corazón me saltó, juro que sobre mi sweater se alcanzaba a ver como algo se impulsaba en un trampolín y hacía maromas antes de volver mi pecho; él me saludó como de costumbre, de pico en la mejilla, traía una colombina de colores para mí, y de nuevo la sonrisa se asomaba por mi cara, que para entonces ya había tomado un color intenso, quedé atónita… aún no lo podía creer!, se acordaba que me gustaban mucho las colombinas de colores, era demasiado especial!!!; y yo, yo no le había llevado nada, (eso también me lo explicaron mis amigas después, me dijeron que él por lo general me iba a llevar cosas, pero que yo no tenía que hacerlo), en fin, el hecho es que nos comimos mi colombina entre los dos, recuerdo que yo sentía que tenía mariposas en mi estomago, tiempo después fui al médico y me dijo que eran lombrices y que no eran tan buenas como yo creía…

Seguí el plan al pie de la letra, después de jugar en el columpio, fingí que estaba cansada y me senté en el lugar estratégico que Lauris me había señalado en el plano del parque, plano que habían hecho Susana y Rocío en la reunión pasada para que nada se saliera de control y ellas pudieran escuchar; después de un corto de silencio, nerviosa metí la mano en mi pequeño bolso, saqué a Marina, mi muñeca, y encontré aquel corazón perfumado, le dije que cerrara los ojos y que abriera la mano, le puse la carta en su mano

-ábrela- Pablito abrió los ojos y se sonrojó,

-¿Para qué me pedias que cerrara los ojos?

-porque quería que tuvieras la carta en tu mano, pero no sabía como entregártela,

- jajaja- se hecho a reír- las niñas sí que son chistosas- y se la guardó al bolsillo

-pero léela- me tembló la voz, aún no podía creer que fuera tan insensible, era un corazón y lo había guardado en su bolsillo sin que pudiera él palpitarle, sin siquiera darse cuenta de que estaba perfumado.

-cuando esté en mi casa

-no, tiene que ser ahora porque necesito que sepas algo

-segura?, porque aún no he aprendido leer de corrido – y se sonrojó-

- no importa, yo te espero.

Huy, fueron eternos los instantes que tardó en leerla, alcancé a imaginar que el dragón que me visitaba en los sueños estaba detrás mío riéndose porque de mis mejillas estaban más calientes que la llama que él arrojaba, pero era inevitable, cuando Pablito se me acercaba a una cuadra de distancia, inmediatamente parecían pintadas por muchos platos de crema de tomate. Mi paciencia empezaba a agotarse y el acróbata que vivía en mi pecho no paraba de practicar su rutina; por su parte las lombrices, que yo creía que eran mariposas, revoloteaban por la selva de colombina de colores en que se había convertido mi estomago,. Al fin terminó de leerla

-mmm, sip yo también quería decírtelo- Dijo Pablito en voz baja y no muy decidida

Y un sonrisa tímida llenó el silencio que hicimos los dos.

-Bueno, entonces chao Pablito, me tengo que entrar a hacer la tarea de mate

-Bueno, chao, ehhh-

Me sudaban las manos, me temblaban las piernas, no podía verlo a los ojos… pero antes de que yo pudiera reaccionar, sentí como el arcoíris se chocó contra mis labios y el caramelo de la colombina hizo que supiera a dulce…

-nos vemos mañana en clase, te quiero mucho y gracias por la carta

Y salió corriendo sin más, afortunadamente mis amigas estaban cerca y pudieron recogerme cuando sentí que me desmayaba, todas reían muy nerviosas y se sentían las mejores detectives del planeta, la operación resortazo había salido como lo habían planeado.

Después de eso ya no jugábamos a la casita de las muñecas ni a maquillarnos, jugábamos a planear citas, hacíamos planos del colegio para ubicar el lugar exacto en el que debíamos encontrarnos para hacer pilatunas… creo que fue la mejor época de mi vida.

Cuando crecí supe que él no sabía que me gustaran las colombinas, sino que estaban en promoción y todas las mamás las compraban para enviarles de onces sus hijos y que él la sacaba a hurtadillas de la gaveta, que Pablito al igual que yo, tenía todo un plan con los amigos. Sin embargo, no puedo parar de recordar que fue una época en la que salía a jugar con la espuma de las olas y el violacio del cielo, todo era tan simple entonces.

Ahora comprendo que lo hermoso de mi primer novio fueron precisamente esas lombrices que mi mamá mataba con purgantes, el que el novio fuera de todas mis amigas y llevaran la relación a su antojo, esos hoyuelitos que mis mejillas armaban cuando lo veían, pero sobre todo la inocencia del parque y la frescura del mar en la tarde.

Esa inocencia que hizo todo tan puro y divertido, que hoy, después de tantos años sigo recordándolo, aún cuando no pude volver a ver los planos del parque, ni la sonrisa de Pablito, porque en la oscuridad que protegen estos lentes, sólo es posible recordar el arcoíris acaramelado que vi aquella tarde, pero ni el mar, ni su rostro, y muchos menos los colores de las colombinas que tanto me gustaban puede volver a ver.


MARY ALEJANDRA HERRERA BUITRAGO

2 comentarios:

  1. Es interesante ver como eventos de tan "poca monta" puedan ser tan hermosamente trascendentales

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  2. Juré que no volverías a pasarte por este blog...

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